Crecer desde lo diverso
A veces no se elige, a veces incluso elige la vida, el universo, Dios, o como quieras llamarlo, por ti.
A veces es siempre para aprender a andar, para ponerte esos otros zapatos, diferentes, más divertidos en ocasiones, mas cómodos si aprendes a usarlos, pero muy, muy difíciles de poner.
A veces las instrucciones están en un idioma que muy pocos conocen.
A veces, son tan largos los días, tan negros, que creemos que no hay salida y vamos poniéndonos a nuestro alrededor trampas, para no poder salir.
Y todo esto para hablar de diversidad y de discapacidad.
Yo no crecí con la discapacidad cerca, yo no conocí lo que era marcar mis horas y mi vida con ella.
Quizás no sea quien, incluso, para decir como actuar o como vivirla, pues no la sentí nunca las 24 horas del día, los 7 días de la semana, como una mochila, a veces cargada de regalos, a veces de piedras.
Y es por ello que pido el permiso que sé, me conceden, quienes si lo hicieron y lo hacen.
Hasta hace 4 años, que llegó a mi vida, junto con ella, mi compañera de esperanzas, de futuro y de presente, Eva.
Y como llegó.... debo deciros que me fue atrapando y sigue haciéndolo cada día.
Desde el primer momento, su rostro y su nombre, Marta, se hizo imprescindible en mi vida.
Marta, lo opuesto, a la Marta de la biblia, lo más parecido a su hermana María...
El verla a ella y a sus compañeros de Mater Et Magistra, es todo un tiovivo de emociones, tiovivo en el que, al principio, el miedo a lo desconocido intenta embaucarte pero es vencido por una sensación en el estómago, de sonrisa nerviosa.
Tiovivo de emociones que en estos cuatro años me han llevado a un encuentro que tuvo lugar esta semana, con la mayor alegría y ganas que podáis imaginar.
Junto a mi compañera de vida, Eva, hermana de Marta, acudimos a la llamada de un encuentro de hermanos y cuñados de personas con discapacidad de Andalucía. Encuentro organizado por Plena Inclusión Andalucía en Sevilla.
El ver como todos aquellos hermanos iban describiendo sus miedos, sus anhelos....es indescriptible.
Por una parte, me sentía pequeño ante esos hermanos y sus experiencias, y por otra, agradecido de haber llegado hasta este mundo diverso y de sentirme tan bien en el y con ansias de aprender y aprehenderlo.
La forma de moderar aquel encuentro, dándole la batuta, las ganas, y el sitio a los hermanos y a mi como cuñado, me alimentó sin duda alguna.
Tan solo me queda no parar de dar las gracias por este encuentro y los quedan, por este principio de camino y todos los pasos que quedan por andar.
Y a ti, Eva, y a mis suegros, Elena y Jose María.
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